Sirutis, quien acaba de presentar su libro Ejecutivo perdido en Australia (Norma), le contó a EL TIEMPO apartes de la travesía que enfrentó cuando viajó a ese país de vacaciones, un día antes de una convención de la multinacional para la que laboraba:
"La reunión empezaba el lunes en la noche. El domingo yo tenía planeado ir a Fraser, la isla de arena más grande del mundo. Pero el lugar estaba copado. Me recomendaron ir a la isla de Moreton, con unas enormes dunas donde la gente se desliza como si fueran montañas de esquí.
"Para fortuna mía, había una recepcionista brasileña en el hotel, que fue la única persona a la que le conté que iba para ese lugar.
"Antes de ir a bucear decidí subir a una de las dunas. Cuando estaba listo, divisé un copito blanco que sobresalía de otra duna y dije: antes de botarme voy y me devuelvo. Ese fue mi error más grande.
"Me metí entre la vegetación en busca de esa otra duna. El terreno era quebrado y, de pronto, me di cuenta de que había perdido los puntos de referencia. Cuando intenté regresar empezó a oscurecer.
"Guardé la esperanza de guiarme de regreso con las luces del hotel, pero no se veía nada. Entonces, a oscuras, agarré un palo para ayudarme y comencé a caminar.
"Al segundo día comencé a buscar cómo sobrevivir y manejar el frío. Entre el tercero y cuarto se puso el cielo negro y empezó a llover fuerte. Me acostaba para tomar agua, y nada. Uno cree que la puede agarrar como en las películas, pero no. Es curioso cómo la mente bloquea el hambre.
"A medida que caminaba, el frío comenzó a ser dramático. Por eso, caminaba de noche y de día me quedaba en lo más alto, para que me llegara el sol. Muchas veces, estaba tan cansado que me quedaba dormido y rodaba hasta la base de las dunas.
"La sensación más agradable que tenía era cuando dormía. A pesar de que estaba completamente cortado, con los pies hinchados, me despertaba mucho mejor. En el trayecto perdí las sandalias y tuve que botar la camisa que se me había rasgado por completo. Quedé en pantaloneta únicamente.
Los juegos lo salvaron
"A mi secretaria de Brasil se le ocurrió llamar al hotel, con tan buena suerte que le contestó la recepcionista con la que yo había hablado antes de salir. Una coincidencia de esas inexplicables.
"De inmediato, iniciaron un barrido. Llegué a tener 511 personas buscándome, en una operación que le costó al gobierno de Australia 2 millones de dólares.
"Como al quinto día que estaba caminando me di cuenta, por la salida del sol, que me había ido de oriente a occidente. Ahí fue cuando empecé a caminar en sentido contrario para devolverme.
"Mi mente empezó a crear una especie de películas mentales, en las que sostenía luchas con seres imaginarios, ganaba y me les escapaba. Creo que esas luchas fueron fundamentales para mantenerme en pie.
"Finalmente, cuando me encontraron, estaba cerca de la playa. Empecé a escuchar los helicópteros y los perros y grité fuerte. Los socorristas me cubrieron con una chaqueta especial y me trataron de dar agua, pero la boté.
"De inmediato enviaron un helicóptero que no logró aterrizar, del que bajaron dos médicos y dos paramédicos. Cuando me examinaron encontraron que tenía los riñones y las venas colapsadas.. No me daban más de doce horas de vida. Mi recuperación duró diez días".
Su clave para seguir vivo
Al mirar atrás, Ricardo Sirutis comparte algunas de las enseñanzas que le dejó esta experiencia:
» En este tipo de situaciones es importante buscar una estrategia para no enloquecerse.
» Las batallas imaginarias fueron determinantes. La mente lo ubicó en otra parte como protección.
» Hay que confiar en la fortaleza del cuerpo y tener la esperanza de que uno va a ser rescatar.
» Es importantísimo mantener la tranquilidad.
CARLOS RESTREPO
REDACTOR DE EL TIEMPO
1 comentario:
Bravo señor, lo tuyo si que es una aventura.
Un saludo desde SkiClass
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